Las nuevas cocinas parecen estar viviendo una curiosa contradicción entre dos grandes exigencias aparentemente irreconciliables. Por un lado se demanda máxima funcionalidad, configuración casi profesional y mantenimiento sencillo.
Se les pide a las prestaciones que sean tan completas como las de un taller de gastronomía. Todo lo necesario siempre a mano con la máxima ergonomía. No nos conformamos con menos.